Una pasión oculta


Los hombres no son formados en el silencio, son formados en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.

Paulo Freire

Médicos, maestros de construcción, soldadores, trabajadores de laboratorios o archivos ¿Que tienen en común a parte de contar con una profesión? Quizá, que por razones laborales y de salubridad optan por cubrir sus rostros. Esta noche, mientras me dirigía a casa vi a un joven que iba en bicicleta con una camisa cubriendo totalmente su cabeza, apenas podía ver. ¿La razón? posiblemente porque había llovido o tal vez para evitar inhalar la toxicidad del ambiente. Sin embargo, esta vez, ninguna de las personas anteriormente nombradas es el foco, aunque puede que exista algún lazo de pensamiento lejano o cercano.
Hace dos semanas nos encontramos a charlar una vez más, después de casi dos meses. La serenidad de sus ojos combinaba con el sonido producido por los grillos. La noche ofrecía un espectáculo de estrellas y hacía algo de frío, fue la excusa perfecta para tomarnos un tinto. Luego de “adelantar agenda” le pregunto sobre ese tema. ¿Sobre cuál? Sobre ese. Ah, sí ese. Después de pensar un poco sobre qué tan imprudente puedo llegar a ser, entre chanza y chanza me arriesgo.
-Quiero que me cuente cómo pasa eso, cuál es la perspectiva de uno, qué se siente…
Después de recordar un instante y hacer cara confusa y algo indecisa, responde:
-Usted se levanta y en lo primero que piensa es en eso y es el pensamiento más persistente durante todo el día, y usted se olvida de todo, es sentir todo el día esa tensión, usted siente algo que no es lo mismo que usted siente cuando ya está debajo de la capucha, no es lo mismo. Entonces se siente ansiedad, se siente miedo, no vamos a decir que uno no siente miedo porque pues eso sería estúpido... El miedo se siente, pero el miedo se vence, al fin y al cabo. Se siente también un poquito como de euforia. Hay días en los que usted va estar totalmente cerrado y a la expectativa de todo lo que esté pasando, pero pues ensimismado. Hay una organización, usted su día ya lo tiene organizado, muchísimo antes, ese día como tal; ya sabe a qué horas va hacer esto, a qué horas va hacer lo otro o qué no va hacer ese día, qué va evitar hacer ese día y qué va hacer después del evento tal cual.
Mi pensamiento ronda en que no era la respuesta que esperaba. Me sentía muy emocionada por tener conocimiento de su experiencia como tal. 
La verdad deseaba que la respuesta fuera más concreta y no se me ocurría cómo decirlo. Aunque nos tenemos confianza, sé que esos temas no se pueden andar tocando dónde sea y cómo sea. Yo creo que mi ansiedad fue notoria al marcarse con el silencio y las palabras que trataban de salir de mis ojos, pues como hubiera una comunicación mental me dijo:
-Pues como le decía, es un momento de explosión de adrenalina y repito, todas las necesidades básicas a uno se le olvidan: usted no siente frío, no siente calor, usted siente que suda. Se siente de pronto un poquito sofocado. Algunas veces tiembla la voz, algunas veces no hay voz, otras veces es muy contundente la voz. Son momentos de muchísima tensión, usted solo la siente después de que pasan esos momentos, usted siente como que ya que su cuerpo… Como si lo hubiesen encerrado en un calabozo y le hubiesen dado bolillo hasta que se cansaron. Eso se siente después. Usted siente un cansancio así, y un letargo, un adormecimiento porque es un momento donde usted derrocha muchísima energía, muchísima adrenalina y usted tiene que pensar rápido. Y bien, uno no puede ir por ahí cagándola. Como le venía diciendo, o sea, eso no es cuestión de improvisación. Cada cosa tiene su procedimiento y tiene su porqué y se hace bajo esto, bajo esto que se llama capucha porque más allá de lo que muchos llaman morbo, más allá de la clandestinidad es la persecución. Que hay cosas que en este medio, en este país, ni siquiera en esta universidad que dice ser libre y donde se respeta la opinión del otro, ni siquiera aquí usted puede salir a decir cosas, hacer denuncias porque se va dar cuenta cual es la realidad de las cosas.
Mientras hablaba, su mirada se dirigía a un punto fijo. Como el amante de los astros se pierde en la inmensidad del cielo mirando detenidamente una estrella, aquella que a simple vista irradia más. Parecía que estuviera echando un vistazo literalmente al pasado y se estuviera viendo actuar, puesto que a ratos su rostro dibujaba una que otra sonrisa. Y luego con el ceño algo fruncido me contó que, en junio, el día del estudiante caído ya había una configuración, que podía ser el día o no, que se sentía a la expectativa, aunque se levantó con la mentalidad de que se iba realizar. Que se organizó, que llegó a los espacios. Me dijo: pero por lo general en todo momento usted va sintiendo como si lo llevaran trotando todo el día, o sea ni lo ponen a correr, pero tampoco lo ponen a descansar. Y usted todo el día tiene que estar alerta. A esto le agrega que tiene que estar pendiente de la gente porque en ocasiones pueden llegar a atentar contra ellos. Que les toca estar todo el tiempo de aquí para allá, entender las claves del asunto, que si alguien olvida una clave del asunto puede ser un error garrafal para el desarrollo de toda la actividad. Me dice que deben estar preparados porque en cualquier momento cualquier persona le puede preguntar “y qué, para qué vamos a ir allá”, “A qué vamos a subir a ese lado o a este otro lado” y le van tener que decir con toda la seguridad del mundo porque se supone que ya se ha estudiado, ya se ha formado para responderle. Que entonces se le va decir cuáles son los motivos. “Lo único que usted espera es que todos lleguen y que entiendan todo lo que usted quiere exponer y de cierta manera, la manera en que usted también se está exponiendo por eso es tan importante el día del estudiante caído.” Con estas palabras expresa la complejidad que acarrea esta tarea y me hace remitirme a todo lo que me ha contado que se siente estar ahí, en ese lugar. Siempre me había preguntado muchas cosas. Y aun cuando veo a los encapuchados de alguna manera siento vértigo, y precisamente tenía la duda de si ellos también lo sentían. - ¿Después qué? Le pregunto. A lo que responde.
-Después se siente cansancio. El después es también un desasosiego, si usted está ansioso en el antes en el después se tiene un desasosiego total, de cierta manera como un fastidio de sí mismo, un fastidio como un tanto existencial y la parte física contribuye mucho a que usted se sienta así a que usted quiera despojarse un poquito de sí mismo y pensar en otra cosa, pero no puede dejar de hacerlo. Como le decía, la revolución no es una parte de la vida, es la vida en sí.
También me cuenta que luego de que todo pasa, se espera o se pone cierta atención en lo que están comentando todos por ahí. Está la intriga de cómo salió la actividad, que de alguna manera esperan que alguien diga por ahí. “Uy que buen discurso el que dieron los capuchos” u “Oiga que chévere que los capuchos se pronunciaron ante eso”. Y eso le agrega que después de la actividad pareciera que se quisiera más y más, y no por el hecho de salir todos los días, sino por la calidad del acto como tal. Entonces surge en mí la idea de preguntarle por su pensamiento respecto a la decisión de encapucharse -hace cara como de preocupación- y me responde con un tono de muy serio:
-Es complicado, porque aún quedan muchos estereotipos por derribar, muchas creencias, queda mucho por curar de esta enfermedad social que es el machismo y pues, hay ciertas cosas que por ser mujer como que a usted le niegan hacer, pero usted dice pues yo lo puedo hacer hasta mejor que cualquiera de ustedes. Esto no depende de si yo soy mujer o no. Esto depende de las capacidades y del empeño que yo le quiera poner a lo que yo voy a hacer. En una ocasión pasó que en el servicio de comedores; alguien escuchó que la voz era femenina, la voz debajo de la capucha era femenina, y dijo: “Uy las mandaron bien, pa’ la cocina”, entonces claro, hay que tener conciencia de lo que se dice, hay que tener conciencia del estado en el que se encuentra la persona detrás de la capucha, y de que cualquier cosa puede pasar.
 Ella me dice con claridad y contundencia que obviamente va tener argumentos para hacerse respetar, porque en ocasiones se debe exigir el respeto con la respectiva medida porque no falta la persona o las personas que dicen “Tal capucho me gritó”, “Pero es que el capucho hizo esto”, “Pero es que el capucho levantó las manos y el capucho es un aletoso” y cosas por el estilo. Y continúa diciendo
-Incluso dentro de una organización como tal, como lo que le decía, hay visiones que se tienen que romper, pero pues ahí vamos, estamos aquí, estamos haciéndole y pues esto no es de “La revolución será feminista o no será”, esto de la revolución es de todos.
En ese momento me rodea la inquietud sobre cómo surgió ese pensamiento o cómo se formó, pero sobre todo el hecho de tomar partido y llegar a la acción. Así que me cuestiono sobre cuánto tiempo hacía que había visionado usar la capucha. Entonces sale una gran sonrisa de mi parte de la nada, ella me mira con gran intriga y responde a mi sonrisa y enseguida pregunta ¿Qué pasó? Le respondo con la curiosidad con la que un niño preguntaría a su madre “¿Qué dice ahí, mami?” con voz inocente. ¿Usted anhelaba encapucharse desde hace mucho tiempo? Me contestó:
- Sí, lo quise. Yo creo que en algún momento lo expresé y eso fue como que me cumplieron el deseíto. –Recuerda con gran emoción- Eh los veía desde niña. Los veía y yo creo que la educación de uno en casa también, no voy a decir direccionamientos, pero hubo ideas de una vida revolucionaria y usted lo anhela. Usted lo anhela porque hay cosas que usted quisiera hacer, quisiera decir que no las puede hacer siendo una persona del común, sino siendo ya un personaje de la universidad pública como lo es el capucho. Entonces sí, en toda la universidad lo quise. No estuve inmiscuida todo el tiempo, pero pues yo digo que alguien me tuvo que haber escuchado porque recuerdo que una vez se lo dije a alguien, que yo quería, y pues tiempo después sucedieron las cosas y hasta el momento uno tiene muchas expectativas, de cierta manera uno es muy facineroso y pues así se ve la vida de una persona capucha, que es un facineroso de tiempo completo pero no, también hay cosas  en  las que usted tiene que ser recatado, guardado y también tiene que estructurar el pensamiento de cierta manera. No sé, a mí esto me gusta mucho. Esto es lo que yo había querido ser, no que desde niña veía y decía de grande quiero ser capucha, sino de grande quiero hacer algo por cambiar la sociedad. Uno no va cambiar un mundo siendo capucho, pero, así como esos loquitos que salían cuando yo era niña me dejaron a mí la huellita, uno nunca sabe en quien la pueda dejar. Quien lo esté anhelando en este momento y más adelante lo pueda hacer.



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